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Adicto a los Adictos

PODEROSA

Antes que todo: Enfermedad.

Las adicciones no son vicios, no son actos de mala fe o falta de voluntad. Lo que comienza como un hecho inocuo e intrascendente se orienta al campo de la enfermedad. De una curiosidad se pasa a un vicio y se viaja a la llanura amplia y espesa de la adicción.

  

Adicción ese mundo sórdido dominado  por la necesidad imperiosa del consumo. Necesidad impostergable.

 

Necesidad ineludible del consumo de sustancias adictivas. Del consumo a la adicción se sigue la enfermedad. El adicto no es responsable cuando cae atrapado en la esclavitud dominante del consumo de sustancias.

 

PODEROSA enfermedad. Los médicos, los terapeutas, los adictos en recuperación, la literatura científica, la información espiritual hablan del PODER de la adicción. Y poder es la capacidad que tiene la sustancia o las sustancias de someter e imponerse al adicto.

 

El adicto se convierte, como lo dice la etimología, en esclavo de la sustancia. No puede vivir sin ella. Quien ha pasado por períodos de iniciales de abstinencia sabe del choque sufrido al encarar horas o semanas iniciales lejos del consumo.

 

El adicto se enfrenta con pavor a la fuerza biológica, al conflicto de la personalidad contra lo atractivo del paraíso del consumo. El placer de la ilusión demandante y de forma creciente de la sustancia. Pide el cuerpo más y más consumo. Los testimonios abundan.

 

Las sustancias se imponen al individuo y cada vez le piden mayores cantidades o con mayor frecuencia. En buena parte, los excesos de consumo que conducen a la muerte, una de las salidas típicas de los adictos, no son nada diferente a la constatación patética del poder, -PODEROSO- de las sustancias que subyugan al consumidor de ellas.

 

Tan poderosas son las sustancias que los procesos de desintoxicación son meros paliativos temporales. El adicto que pasa la etapa de desintoxicación física, y más allá de la reflexión sobre el daño causado por el consumo, lo único que espera es la salida del centro asistencial. Espera volver a la calle y no tiene otro derrotero diferente a consumir de nuevo. Por placer. Pero ante todo porque se ha convertido en adicto y la adicción es poderosa. Domina al sujeto incluso por encima de sus propias expresiones orientadas a superar o abandonar el consumo.

El PODER de la sustancia se impone y doblega la racionalidad del adicto.

Nuestros seres cercanos están atrapados, atrapados sin salida. Una poderosa máquina de destrucción los muele poco a poco e impera por encima de la buena voluntad o la racionalidad.

LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Nuestra Carta Magna ha consagrado el tema del libre desarrollo de la personalidad. Un magistrado de la Corte Constitucional hizo de la etiqueta un dogma; hoy es un dirigente de la progresista izquierda nacional, candidato a la presidencia y reputado adalid bondadoso de los derechos fundamentales. Y el concepto ha cundido.

 

Cada cual tiene derecho a consumir drogas, es nuestro tema, porque es su opción personal y nadie puede limitarla.

 

Y en el papel el tema suena atractivo como progreso de las libertades individuales, el avance de una sociedad cerrada a una sociedad abierta y pluralista.

 

Pero cuando nos enfrentamos a un adicto, cuando vivimos de cerca el viaje al infierno de un adicto, no podemos menos que preguntarnos, y ¿en qué consiste el libre desarrollo de la personalidad?

 

En primer lugar el adicto sufre. Ante todo es un sufridor total que se ahoga en el paraíso artificial de la droga. Ese es su problema. Y si sólo fuera su problema quizás podríamos ser respetuosos e indiferentes.

 

Pero en segundo lugar, la familia próxima sufre las primeras consecuencias del adicto. La primera, cuando deja de ser funcional. La segunda, cuando el adicto comienza el viaje al infierno, a la locura de adicto sumido en su tortuoso mundo de agonía progresiva. En ese suicidio progresivo que invade al adicto y compromete a su entorno

 

En tercer lugar, el entorno se deteriora y afecta a las gentes próximas. Bien porque sufren. Bien porque son victimas de los desmanes a los que se ve obligado el adicto para consumir.

 

En cuarto lugar, la sociedad comienza a ser amenazada por el adicto: robo, delincuencia, promiscuidad, anomia. Luego la sociedad deberá invertir en la costosísima labor de recuperar o al menos frenar a los adictos.

 

Tenemos una legislación que dosifica la llamada dosis personal. Aceptable. Tolerada. Derivación práctica del ejercicio de la inalienable teoría del libre desarrollo de la personalidad.

  

Afirman los adictos: si se tolera y se fomenta el consumo de licor, ¿a cuenta de qué puede limitar el consumo de sustancias alucinógenas? Y llevado al extremo hay que concederles razón.

 

Respondo diciendo: Favorecer, tolerar, permitir y sacar provecho del alcohol por parte del Estado y con la bendición social, es tan perverso como legalizar la dosis personal de sustancias adictivas.

 

¿Puede el Estado invadir la esfera privada para evitar el consumo de drogas?

 

Quizás el consumo es la última etapa del eslabón. Lo que no puede permitir, ni tolerar el Estado es la plantación, procesamiento y distribución descarada de sustancias adictivas en las calles, a la puerta de los colegios y las universidades.

 

Las miles, ¿casi millones?, de familias que soportan en silencio el calvario y el drama de un adicto, ¿leerán con satisfacción el avance constitucional referente al libre desarrollo de la personalidad aplicado al consumo de alcohol y otras sustancias adictivas?

  

Me pregunto si los Magistrados de las Altas Cortes, tan apegados a la letra y el espíritu de la Constitución del Estado Social de Derecho, ¿suscribirán sin reservas la teoría del libre desarrollo de la personalidad, cuando viven en sus hogares la adicción de sus padres, parejas, hijos o de sus parientes próximos? 

¿TENEMOS CERCA UN ADICTO?

¿Tenemos un adicto cercano?

¿Un pariente, un amigo, un colega, una persona conocida?

Con mayor frecuencia de lo que pensamos tenemos muy cerca un adicto.

¿Y cómo saberlo?

En nuestras sociedades los adictos más frecuentes, son los alcohólicos, con aceptación social y muchísima tolerancia.

Se tarda mucho tiempo en llegar a establecer la condición de adicto. Cuando se torna disfuncional en su estudio, en el trabajo o en la vida familiar se torna evidente el problema. Pero con otras sustancias, el proceso es aún más larvado y subterráneo. No hay manifestaciones inmediatas o muy tempranas del consumo. La persona se inicia por curiosidad, por estímulo de un amigo dentro de un consumo ocasional y muy espaciado. Poco a poco el consumo se torna frecuente.

Rara vez las personas cercanas se percatan.A medida que el consumo aumenta y la persona se torna aficionada habitual, comienza el viaje al mundo de la adicción. Las personas cercanas observan cambios casi imperceptibles en la conducta del ser querido.

Al avanzar el consumo, poco a poco, la persona se torna adicta. Y los seres cercanos siguen en el limbo del conocimiento del problema que vive el ser querido.Con frecuencia, el candidato a la adicción, se inicia en otras drogras. El  Alcohol primero, casi siempre; luego la marihuana, la cocaína, los hongos, las pastillas, el basuco, entre otros. La heroína, como es sabido, produce la adicción desde el primer consumo.Cuando las personas cercanas observan transformaciones sustanciales en la personalidad del adicto, éste hace mucho, mucho tiempo, anda en el consumo. Y la verdad no estamos preparados para enfrentar el descubrimiento: sabemos lo que sucede, interrogamos la persona y ella tiende a dar informaciones que hacen su consumo, como algo irrelevante.Pasaran, entonces, semanas o meses o más tiempo antes que para el ser cercano sea evidente que tiene un adicto avanzado o avanzando en la esclavitud de la droga. Y, con no poca frecuencia, nosotros tendemos a minimizar la situación –por ignorancia-, por evasión o por cometer la ingenuidad de darle valor a las palabras del adicto quien nos dirá que se trata de un asunto pasajero, irrelevante, lejano de una verdadera adicción. En ese proceso, pasaran meses valiosos, que jugaran una mala pasada a nuestro ser querido.

Avanzará por el camino de la adicción ante nuestra perpleja pasividad.Y la ignorancia completa del tema comenzará a jugar en nuestra contra y a favor del experto consumidor que tendrá tiempo de humo para consolidar su viaje al infierno de la adicción.Si nos atenemos a la definición, un adicto es un esclavo de alguna sustancia.

Un adicto es alguien que vive para consumir y consume para vivir. Palmaria la definición.

Es muy típico que recurramos a los buenos consejos, a los que el adicto en formación nos hará creer que los recibe bien y nos hará caso: se alejará del consumo, lo minimizará como hecho y mientras tanto su proceso avanza. Aún no sabemos que la adicción es una enfermedad: una enfermedad PODEROSA, PROGRESIVA, SUTIL, y DESCONCERTANTE. 

Anonimato

 

Una buena amiga, luego de una larga conversacion,  me sugirió escribir sobre los Adictos, la adicción, el tema en el ambiente familiar, las experiencia del contacto con los adictos y las observaciones sobre los procesos de recuperacion. Intentaremos ensayarlo.

Escribiré desde la perspectiva de una persona cercana a uno de ellos, sumido en el infierno de la adicción. Y asistente asiduo, como soy, a las reuniones de NA (Narcóticos Anónimos) tendré la necesidad de ser Anónimo. Anónimo por respeto a los principios rectores de la confraternidad NA. Anonimato que no esconde si no que respeta y sólo se atiene al contenido con el objeto de llevar un mensaje a los Adictos que sufren , a sus seres cercanos y a quienes se interesan por conocer el mundo de la adicción.

Bienvenidos los comentarios. Los comentarios, las sugerencias, las inquietudes nos ayudarán a todos a mejorar el conocimiento del tema y acercarnos a un conocimiento más a fondo de la adicción.