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Adicto a los Adictos

CONOCIMIENTO Y LOGICA...NO SIRVEN DE NADA




Se advierte con frecuencia que el conocimiento es muy útil. Y se advierte la bondad de la lógica o el buen raciocinio que se sigue a partir del conocimiento científico. Frente a un adicto, cuando se trata del tema de la adicción, el conocimiento se rinde y refunde en la absoluta inutilidad y la lógica resulta un instrumento irrelevante en la medida que uno y otra no conducen a orientar la conducta derivada ni del conocimiento ni de la aplicación de la sana lógica.



Una buena proporción de adictos conocen, como los mejores especialistas, las propiedades particulares de las sustancias adictivas y sus efectos. Conocen las consecuencias derivadas del uso de las drogas en el corto y en el largo plazo. Saben o han vivido de cerca el desenlace en hospitales o la muerte de los adictos.



Ante todo consumen por placer primero y, pasado el tiempo, para no sentirse mal. Viven para consumir y consumen para vivir como ha sido definida la adicción.





Ante un adicto que ha suspendido durante un tiempo el consumo activo y siente en su cuerpo los beneficios de la limpieza, recupera peso, duerme en mejores condiciones, pasa días en mayor armonía, incluso, reconoce los maleficios de las drogas y sus efectos. Proclama la bondad de abandonar el consumo y de estar sobrio. Adopta comportamientos aparente de reinmersión en su medio, alejado del consumo. Los seres cercanos, sucumben ante el impecable pensamiento del adicto. ¡Por fin! ¡Entendió! ¡Ya pasó todo! El adicto pontifica sobre los perversos efectos de las drogas y todas las medidas que tomará para alejarse de ellas.



Y nada en el proceso está más teñido de fantasía cuando no de doloso engaño. El adicto sólo piensa, sólo espera, sólo trabaja lo necesario para acceder al consumo a la primera oportunidad. En nada más coloca su objetivo. Y entonces, una y otra vez, verificamos que el conocimiento y la lógica no rigen la conducta de un adicto. La incoherencia entre el saber y el actuar rigen la vida del adicto. Resulta penoso reconocer la necesidad imperativa de no creer en palabras de adictos. Dominados como lo están por la enfermedad – que negaran siempre- no tienen capacidad para salir de ella si no es por un proceso terapéutico, muy largo en ocasiones, hasta llegar a rendirse ante la evidencia.

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