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Adicto a los Adictos

Seres cercanos

LA PRIMERA GRAN RUPTURA.




El debate entre las personas cercanas y los drogadictos pasa por múltiples estadios. Las promesas, las explicaciones, las mentiras, las nuevas promesas, los intentos fallidos, las confrontaciones, la evidencia de la mentira reiterada, la constatación de la manipulación, el aparecimiento de las palabras cargadas de malas intenciones, el reclamo y la exigencia, el mendaz argumento y la supina refutación, el agravio y las manifestaciones de arrepentimientos nada sinceros. Cada una es un pálido de reflejo del desgaste en la relación con los adictos.



Lo que termina y desemboca de manera inexorable en la pérdida de la confianza, la ausencia de cualquier crédito a su palabra, la marginación y la sospecha y la duda sistemática. Sin duda, es la más grave de las rupturas entre el adicto y sus seres queridos. No sólo por su implicación sino por la muy difícil posibilidad de reconstituir el plano de la confianza.



Los adictos terminan muy resentidos con sus familias en cuanto pierden la confianza de ellos. Muy tarde, en el proceso de recuperación, tienen la honestidad y la humildad para reconocer su responsabilidad en esa, la primera y más aguda, ruptura con su entorno familiar.

CONOCIMIENTO Y LOGICA...NO SIRVEN DE NADA




Se advierte con frecuencia que el conocimiento es muy útil. Y se advierte la bondad de la lógica o el buen raciocinio que se sigue a partir del conocimiento científico. Frente a un adicto, cuando se trata del tema de la adicción, el conocimiento se rinde y refunde en la absoluta inutilidad y la lógica resulta un instrumento irrelevante en la medida que uno y otra no conducen a orientar la conducta derivada ni del conocimiento ni de la aplicación de la sana lógica.



Una buena proporción de adictos conocen, como los mejores especialistas, las propiedades particulares de las sustancias adictivas y sus efectos. Conocen las consecuencias derivadas del uso de las drogas en el corto y en el largo plazo. Saben o han vivido de cerca el desenlace en hospitales o la muerte de los adictos.



Ante todo consumen por placer primero y, pasado el tiempo, para no sentirse mal. Viven para consumir y consumen para vivir como ha sido definida la adicción.





Ante un adicto que ha suspendido durante un tiempo el consumo activo y siente en su cuerpo los beneficios de la limpieza, recupera peso, duerme en mejores condiciones, pasa días en mayor armonía, incluso, reconoce los maleficios de las drogas y sus efectos. Proclama la bondad de abandonar el consumo y de estar sobrio. Adopta comportamientos aparente de reinmersión en su medio, alejado del consumo. Los seres cercanos, sucumben ante el impecable pensamiento del adicto. ¡Por fin! ¡Entendió! ¡Ya pasó todo! El adicto pontifica sobre los perversos efectos de las drogas y todas las medidas que tomará para alejarse de ellas.



Y nada en el proceso está más teñido de fantasía cuando no de doloso engaño. El adicto sólo piensa, sólo espera, sólo trabaja lo necesario para acceder al consumo a la primera oportunidad. En nada más coloca su objetivo. Y entonces, una y otra vez, verificamos que el conocimiento y la lógica no rigen la conducta de un adicto. La incoherencia entre el saber y el actuar rigen la vida del adicto. Resulta penoso reconocer la necesidad imperativa de no creer en palabras de adictos. Dominados como lo están por la enfermedad – que negaran siempre- no tienen capacidad para salir de ella si no es por un proceso terapéutico, muy largo en ocasiones, hasta llegar a rendirse ante la evidencia.

Ser eNeAtico.




Me declaro eNeAtico. Acepto serlo.

Trataré de sintetizar mi declaración. Un ser querido sumido y dominado por la poli-adicción a las drogas, asistió por primera vez a NA, lo acompañé. Él no regresó.


Al principio no entendí nada: una manada rotativa de locos, contando cosas. Luego, empecé a preguntarme si mi ser querido habría pasado por los mismos fondos que declaraban hombres y mujeres: me angustié.

Con el tiempo, comprendí el valor terapéutico de las reuniones de NA. Un adicto es capaz de ayudar a otro adicto. Quien ha pasado por el mundo de las adicciones es la única persona capaz de comprender a quien recorre los mismos senderos. Lo creo con firmeza. Aprendí el arte de respetar al adicto.

Más adelante, empecé a entender algo simple: NA es una terapia espiritual, sin rituales. Pero algo más, me convencí, como lo estoy, que la adicción se supera gracias a una vida espiritual, tan simple y elemental, tan difícil y tan sencilla, como la propuesta de NA. Tuve esperanzas.


El ritual y el mensaje es simple: el sórdido mundo de la adicción se deja si se toma la senda de la obediencia de unos principios y unas prácticas elementales. Querer ser una buena persona. Una persona que enfrenta el día a día. Una persona que cada día se propone no consumir, es lo primero, y se propone reconsiderar su actitud con el medio y las circunstancias, para ser una buena persona. Tan elemental. No pierdo la fe.

De manera regular asisto, a NA, con devoción.

SORPRENDENTE

 

 

Para quien está cerca de un ser querido sumido en la adicción, la experiencia es repetitiva. La enfermedad produce sorpresas. Muchas sorpresas. Sorpresas inesperadas cada día. Las primeras son las incongruencias entre lo que dice y hace el adicto. Sus promesas rotas. Las expresiones minimizadoras con respecto a los efectos del consumo. Pero avanzan en las sorpresas cuando desaparecen las cosas de la casa que van a las compraventas, se empieza a perder dinero, y los niveles de violencia verbal cuando no física se tornan frecuentes y repetitivos.

 

Las sorpresas que reciben las personas cercanas aumentan cuando se descorre el mundo que frecuenta el adicto. Descorrer el telón de los compañeros de consumo, provenientes de vertientes inesperadas, nos abruman. Pero confirmar las trasgresiones a los códigos sociales, a los éticos y los legales nos afectan por cuanto no imaginamos que nuestro ser querido haya llegado a tales fronteras.

 

Confrontar al adicto, conocer sus testimonios, ser testigos de sus incoherencias conductuales, nos revelan mejor que nada la característica de SORPRENDENTE de la enfermedad.

 

SUTIL

SUTIL

La verificación más impresionante para quienes estamos cerca de un adicto es corroborar, pasado el tiempo, la sutileza de la enfermedad de la adicción.

 

Sutil. Tenue mancha de la transformación de la personalidad del adicto. Un mapa que se construye de forma y manera lenta, casi imperceptible. La adicción es un poco como el avance del desierto, centímetros casi invisibles que se come la tierra fértil. Pero avanza. Transforma en erial el campo próspero, degenera poco a poco la tierra y la sepulta bajo la arena.

 

Así es la transformación del adicto. Lo que antes era tierra promisoria se va marchitando, poco a poco, en yermo, el agua que vivifica desaparece y el manto de la arena sepulta la personalidad del adicto.

 

Un buen ejercicio es la comparación de fotografías del adicto. Antes de iniciar el consumo. En sus primeras etapas y con el paso del tiempo. Aquí agrego una fotografía publicada por una revista científica, de la transformación en la expresión de una adicta. Tan sutil como contundente son las transformaciones incluso en la figura y apariencia del adicto.

  

PROGRESIVA

La enfermedad de la adicción es Poderosa. Lo dice la literatura, lo afirman los terapeutas y lo registran los testimonios de los adictos en recuperación, lo prueban los adictos en consumo. Pero además, la enfermedad es PROGRESIVA.

 

Lo que se inicia en la esfera del vicio o consumo ocasional, lo que desencadena la carrera por la autopista de la adicción es la frecuencia del consumo primero, y después, la predisposición a la enfermedad de la adicción. Es bien sabido que los adictos con mucha frecuencia son poli-adictos. Aunque tengan particular predilección por una de las sustancias adictivas, en general tienden a consumir diferentes sustancias en grados mayores o menores. Unas veces para experimentar deferentes estados de conciencia. Otras, para nivelar los efectos causados por las drogas habituales.

 

Unos y otros consumos sumen a la persona en las redes progresivas de la adicción. La dependencia creciente de las sustancias invaden el organismo primero y la mente de la persona después. Los condiciona al consumo y los conduce a la adicción. Voraz como es el apetito del consumo, progresa la dependencia de las sustancias. Al poder de las drogas se suma la invasión de todas las esferas del espíritu o de la mente del consumidor. Poco a poco, en un proceso más o menos acelerado, el adicto atrapado en la enfermedad la ve progresar sin desmayo, sin pausa y sin prisa.

PODEROSA

Antes que todo: Enfermedad.

Las adicciones no son vicios, no son actos de mala fe o falta de voluntad. Lo que comienza como un hecho inocuo e intrascendente se orienta al campo de la enfermedad. De una curiosidad se pasa a un vicio y se viaja a la llanura amplia y espesa de la adicción.

  

Adicción ese mundo sórdido dominado  por la necesidad imperiosa del consumo. Necesidad impostergable.

 

Necesidad ineludible del consumo de sustancias adictivas. Del consumo a la adicción se sigue la enfermedad. El adicto no es responsable cuando cae atrapado en la esclavitud dominante del consumo de sustancias.

 

PODEROSA enfermedad. Los médicos, los terapeutas, los adictos en recuperación, la literatura científica, la información espiritual hablan del PODER de la adicción. Y poder es la capacidad que tiene la sustancia o las sustancias de someter e imponerse al adicto.

 

El adicto se convierte, como lo dice la etimología, en esclavo de la sustancia. No puede vivir sin ella. Quien ha pasado por períodos de iniciales de abstinencia sabe del choque sufrido al encarar horas o semanas iniciales lejos del consumo.

 

El adicto se enfrenta con pavor a la fuerza biológica, al conflicto de la personalidad contra lo atractivo del paraíso del consumo. El placer de la ilusión demandante y de forma creciente de la sustancia. Pide el cuerpo más y más consumo. Los testimonios abundan.

 

Las sustancias se imponen al individuo y cada vez le piden mayores cantidades o con mayor frecuencia. En buena parte, los excesos de consumo que conducen a la muerte, una de las salidas típicas de los adictos, no son nada diferente a la constatación patética del poder, -PODEROSO- de las sustancias que subyugan al consumidor de ellas.

 

Tan poderosas son las sustancias que los procesos de desintoxicación son meros paliativos temporales. El adicto que pasa la etapa de desintoxicación física, y más allá de la reflexión sobre el daño causado por el consumo, lo único que espera es la salida del centro asistencial. Espera volver a la calle y no tiene otro derrotero diferente a consumir de nuevo. Por placer. Pero ante todo porque se ha convertido en adicto y la adicción es poderosa. Domina al sujeto incluso por encima de sus propias expresiones orientadas a superar o abandonar el consumo.

El PODER de la sustancia se impone y doblega la racionalidad del adicto.

Nuestros seres cercanos están atrapados, atrapados sin salida. Una poderosa máquina de destrucción los muele poco a poco e impera por encima de la buena voluntad o la racionalidad.

¿TENEMOS CERCA UN ADICTO?

¿Tenemos un adicto cercano?

¿Un pariente, un amigo, un colega, una persona conocida?

Con mayor frecuencia de lo que pensamos tenemos muy cerca un adicto.

¿Y cómo saberlo?

En nuestras sociedades los adictos más frecuentes, son los alcohólicos, con aceptación social y muchísima tolerancia.

Se tarda mucho tiempo en llegar a establecer la condición de adicto. Cuando se torna disfuncional en su estudio, en el trabajo o en la vida familiar se torna evidente el problema. Pero con otras sustancias, el proceso es aún más larvado y subterráneo. No hay manifestaciones inmediatas o muy tempranas del consumo. La persona se inicia por curiosidad, por estímulo de un amigo dentro de un consumo ocasional y muy espaciado. Poco a poco el consumo se torna frecuente.

Rara vez las personas cercanas se percatan.A medida que el consumo aumenta y la persona se torna aficionada habitual, comienza el viaje al mundo de la adicción. Las personas cercanas observan cambios casi imperceptibles en la conducta del ser querido.

Al avanzar el consumo, poco a poco, la persona se torna adicta. Y los seres cercanos siguen en el limbo del conocimiento del problema que vive el ser querido.Con frecuencia, el candidato a la adicción, se inicia en otras drogras. El  Alcohol primero, casi siempre; luego la marihuana, la cocaína, los hongos, las pastillas, el basuco, entre otros. La heroína, como es sabido, produce la adicción desde el primer consumo.Cuando las personas cercanas observan transformaciones sustanciales en la personalidad del adicto, éste hace mucho, mucho tiempo, anda en el consumo. Y la verdad no estamos preparados para enfrentar el descubrimiento: sabemos lo que sucede, interrogamos la persona y ella tiende a dar informaciones que hacen su consumo, como algo irrelevante.Pasaran, entonces, semanas o meses o más tiempo antes que para el ser cercano sea evidente que tiene un adicto avanzado o avanzando en la esclavitud de la droga. Y, con no poca frecuencia, nosotros tendemos a minimizar la situación –por ignorancia-, por evasión o por cometer la ingenuidad de darle valor a las palabras del adicto quien nos dirá que se trata de un asunto pasajero, irrelevante, lejano de una verdadera adicción. En ese proceso, pasaran meses valiosos, que jugaran una mala pasada a nuestro ser querido.

Avanzará por el camino de la adicción ante nuestra perpleja pasividad.Y la ignorancia completa del tema comenzará a jugar en nuestra contra y a favor del experto consumidor que tendrá tiempo de humo para consolidar su viaje al infierno de la adicción.Si nos atenemos a la definición, un adicto es un esclavo de alguna sustancia.

Un adicto es alguien que vive para consumir y consume para vivir. Palmaria la definición.

Es muy típico que recurramos a los buenos consejos, a los que el adicto en formación nos hará creer que los recibe bien y nos hará caso: se alejará del consumo, lo minimizará como hecho y mientras tanto su proceso avanza. Aún no sabemos que la adicción es una enfermedad: una enfermedad PODEROSA, PROGRESIVA, SUTIL, y DESCONCERTANTE.