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Adicto a los Adictos

IRA Y TRISTEZA

 

 

 

Ira y tristeza, desconsuelo y cólera producen al ser cercano cuando enfrenta la realidad que lo circunda.

  

Una persona querida dominada por el consumo de las drogas. Mil evasiones para evitar reconocerlo, mil argumentos para minimizar la realidad. Una perplejidad atormentadora ronda en la contemplación de la plaga de la drogadicción sobre un ser amado. Antes que un especialista lo dictamine, sabemos de la situación. Aún desconocemos el nombre exacto. El profesional nos dirá la sentencia precisa: se trata de la enfermedad de la drogadicción.

  

Con frecuencia los seres cercanos son los primeros en informarse del nombre tenebroso: la enfermedad de la drogadicción.

  

El drogadicto se niega a aceptar el rótulo. La verdad nosotros tampoco. La perpleja negación nuestra se suma a la del enfermo. Nos llenamos de ira y de tristeza y de una a otra pasamos sin solución de continuidad.

  

Quizás el momento más difícil puede ser el de recibir el dictamen profesional. Y más difícil, porque es cuando se acentúa en los seres cercanos la contaminación de la enfermedad. Al negarla, entramos en el mundo de la co-adicción. Nos enfermamos de manera paulatina y acelerada.

  

Comenzamos el juego con el adicto, nos embarcamos en los pactos de muerte. Los buenos consejos, los chantajes emocionales, las promesas incumplidas, el cambio de normas en las relaciones, la tolerancia, muchas veces la indolencia, el ocultamiento, incluso somos coparticipes del consumo y lo facilitamos de manera directa o indirecta. Cada una de nuestras conductas  se suman al proceso del círculo vicioso que conforma la co-adicción. Pasamos de controladores ineficientes a cómplices perversos de  nuestro adicto.

  

La única persona “beneficiada” con nuestra ira y tristeza resulta ser el adicto.

  

Logra que  el marasmo del ambiente le permita consumir y seguir en el consumo antes de enfrentar la realidad de su enfermedad. Y no puede ser de manera diferente, nosotros también nos hemos convertido en enfermos sin reconocerlo.

  

Y después de muchos golpes, de muchísimos errores, después de mucho tiempo, los primeros llamados a sanar somos los seres cercanos. Y en general, somos los últimos en iniciar el tratamiento de la recuperación. Los testimonios de los adictos, las confesiones de los co-adictos, la literatura, la experiencia personal se orienta a dar prioridad a la superación de la co-adicción para fortalecer la posibilidad de llevar al adicto a rendirse a la evidencia: está enfermo. Sin ira y sin tristeza se ayuda mucho al adicto a hacer conciencia.

   

A veces tengo la impresión que antes de tratar la enfermedad del adicto, debe tratarse la enfermedad de los co-adictos. Suele, en ocasiones, hacerse de manera simultánea. Liberarnos de la co-adicción nos brinda la mejor perspectiva para encarar al adicto y facilitarle el camino de ingreso, voluntario, a los procesos de recuperación.

  

La ira ni la tristeza nos ayudan.

  

Superarlas nos permite enfrentar el drama y empezar el camino de una novela muy larga, de muchos capítulos, de múltiples escenas desconcertantes como corresponde al tortuoso mundo de nuestro adicto camino a su destrucción física y moral.

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